Estas son las primeras lineas de mi siguiente proyecto: recoger mis experiencias en el Camino de Santiago. Enviadme vuestros comentarios o vuestras experiencias. Aqui podéis acceder a mi primer artículo en Medium.
¿Camino de Santiago? Entonces…
Aunque había oido que uno de mis amigos había hecho El Camino, apenas era consciente de su existencia. Incluso despues de haber estudiado en el colegio de los Padres Jesuitas y tener alguna idea de sus campamentos de verano, no sabía lo que significaba, porqué se recorría desde tiempos inmemoriales o cuál era su origen.
Tuve que pasar unos meses conflictivos para que, hablando de todo y de nada con mi hermano pequeño, saliera el tema de hacer alguna etapa del Camino en bicicleta. Por aquel entonces, verano de 2011, el año Jacobeo aún estaba fresco con toda la promoción que se hacía del Camino sobre todo desde las instituciones gallegas.
Además, siempre he sido muy ingeniero. Siempre. Incluso desde que era un crío. Pero las cosas habían empezado a cambiar desde hacía tiempo: nueva vida, nuevo trabajo en algo que también era nuevo para mí, nuevas responsabilidades centradas en las personas… y además, al cabo de unos meses, cursaría un máster relacionado con la innovación y el intraemprendimiento que afectaría profundamente a mi percepción del mundo.
Todavía recuerdo la primera sesión de feedback en la que el entrenador de nuestro equipo me contó cómo había estado hablando con el director del máster de lo que le costaría meterme en la nueva dinámica. Nunca podré agradecer lo suficiente a mi antigua directora la oportunidad de haber podido participar en esa experiencia.
Mentalidad de ingeniero
¿Qué quiero decir con este contexto? Que las experiencias vivenciales, aunque parezca un término redundante, nunca han sido mi mejor habilidad. Siempre he mostrado una marcada capacidad analítica y eso en El Camino, como te diré más adelante, sirve de poco. Tal vez cuando vuelvas a casa, pero tratar de racionalizar la miríada de anécdotas se convierte en un ejercicio imposible. En mi caso, suelo dejarlo pronto y centrarme en ordenarlas simplemente para intentar no olvidar nada.
En fin, 2011. Mi hermano lanza la piedra de hacerlo en bicicleta y, por uno de esos giros y valentía que nos permite nuestra inconsciencia, digo que sí. Y empiezan a surgir las dudas. Ahora equípala con unas alforjas. ¿Dónde se compra eso? ¿Qué tipo de anclaje es el mejor? ¿Vale la pena fijarlo a la tija del sillín? ¿Mejor un neumático antipinchazos y olvidarse de llevar el kit para repararlo? ¿Tenemos que preparar algo más? Y una y otra vez con mil preguntas. Y cuando digo mil, son mil… como mínimo. Así es como empezó mi primera planificación. Desde el enfoque de un ingeniero: minimizar los riesgos. El famoso «cógelo por si acaso».
Necesito un poco de entrenamiento
Antes de pensar en ir al punto de partida, tenía que entrenar algo. El problema es que hacía mucho tiempo que no me subía a la bici. Mi hermano no lo necesitaba, pero para mí era completamente obligatorio si quería tener una oportunidad. Empecé casi desde cero, así que sólo podía mejorar. Algunas pruebas por elCanal Imperial de Aragóno por la sierra de Juslibol, cerca de Zaragoza, y pensé que estaba preparado. El Camino se encargaría de ponerme en mi lugar. Siempre lo hace. Y lo hizo.
Entramos en modo peregrino pero lo primero es lo primero: tuvimos que elegir el tramo. Y elegimos empezar desde Astorga. Algo más de 200km. Asumible. Claro…