O sencillez. No tengo claro cómo traducirlo pero si cómo ha afectado a muchos aspectos de mi vida. No puedo decir que me haya convertido en un minimalista pero cuando tienes una mochila como todo espacio disponible para una, dos o seis semanas, hay que cambiar las prioridades.
Además, esa simplicidad también tiene que ver con las rutinas y las dinámicas en las que te sumerges durante unos días o unas semanas.
Lo que metes en la mochila tiene que estar bien pensado, por supuesto. Es una de las tareas que sigo planificando y revisando porque la espalda y las piernas lo agradecerán. Además, hay que tener en cuenta que durante las etapas hay que dejar algo de espacio para agua y comida. Lo mismo aplica a todos los cacharros tecnológicos que nos ayudan a estar conectados, a documentar nuestras experiencias… junto con sus cargadores. Yo en este ámbito, lo tengo claro: todo lo que pueda hacer con el móvil, mejor. No llevo cámaras ni drones. Lo único que me permito es un gimbal y una batería externa.
Y hasta aquí, la parte física de la “mochila que todos llevamos”. La parte metafórica es tanto o más importante y es otra de las razones por la que muchos volvemos al Camino y lo mantenemos cerca cuando no llevamos las botas puestas.
Quizás más que sencillez o simplicidad es la eliminación de la complejidad.
Kiko, peregrino y parapentista
Y tiene razón Kiko. En el Camino no hay espacio para la complejidad: despiértate, desayuna, anda, come, anda, regístrate en el albergue, dúchate, cena, duerme,… y a repetir. Ese ciclo y esas tareas no se discuten. Y cuando esa parte se simplifica, aparece mucho tiempo y mucha energía disponible para escuchar. A ti mismo, a tu cuerpo, a tu entorno, a tus compañeros, a las personas que cuidan de ti o las personas a las que puedes ayudar.
Y para conversar. En el sentido amplio y como una forma de conocer a la persona con la que estas andando, pasando frío o mojándote en medio de la nada. Y si a esa persona no la vuelves a ver, te llevas un pedacito suyo en la memoria. Uno que ha querido compartir. Sin WhatsApp, ni Facebook ni nada…
La simplicidad de no necesitar imponer un punto de vista o una realidad porque todos estamos avanzando en la misma niebla, pasando el mismo frío y disfrutando de la misma cerveza (cuando es posible, claro). Nadie te pregunta sobre tu salario, o tu coche o tu casa. Son preguntas mucho más simples: “¿dónde empezaste?”, “¿llegarás a Santiago, seguirás a Fisterra/Muxia o te quedarás antes?”, “¿tienes un ibuprofeno? La rodilla me está matando”, … , “¿y cómo es que estás haciendo El Camino?”.
El resto, con un poco de empatía y sinceridad, es fácil.
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